Entrar en zen, inspirarse y enfocarse para verdaderamente get things done no se da todos los días.
El alrededor juega un rol importante en nuestro estado de ánimo, y eso explica por qué siempre buscamos crear espacios de trabajo que estimulen nuestra creatividad.
La diseñadora de moda puertorriqueña Ana María Mariana, quien pasa decenas de horas a la semana en su estudio, quería asegurarse que este reflejase su forma de ser. Al final del día, es donde la magia sucede y las telas toman vida.
El último piso de un céntrico edificio en Santurce te recibe con una fila colorida de piezas y vestidos confeccionados por la diseñadora, mientras luz natural, que entra por las ventanas industriales, ilumina su escritorio.
“Desde un principio supe que quería el fondo con las ventanas”, contó Ana María sobre la organización del espacio.
Tan pronto entras, ves las ventanas, plantas colgando y la claridad del día alumbrando el escritorio que una vez perteneció a su abuela. “Yo quiero tener luz, claridad, ver si es de día o de noche”, expresó la diseñadora.
Las paredes al desnudo le dan un aire industrial, mientras que los distintivos detalles, como el hilo naranja que sirve de florero y el botón verde en la pared, hacen que el espacio balancee perfecto con el estilo de Ana María.
Sabía que quería piezas que significaran algo para ella, que tuvieran un valor sentimental. Por eso, el escritorio de su abuela es la pieza favorita en su estudio. Le acuerda a su niñez y de dónde viene.
«Mi abuela era mi vecina así que me crié toda la vida en su casa. Cuando enviudó, era ella quien manejaba el dinero y las finanzas de la familia. Mientras trabajaba, me ponía a escribir números en papeles. Nunca pensé que lo fuera a tener».
¿Cómo describirías tu estilo?
«Me encanta mezclar texturas, colores y layers. El primer traje que hice en la universidad tiene un mix de muchas telas a la vez. No soy minimalista at all«.
¿Qué es lo más que te gusta de tu espacio?
«Lo más que me gusta es estar aquí yo sola. Siempre saco un día a la semana para hacerlo, subir la música a to’ volumen y desconectarme».
Un dato curioso:
«Todo lo que yo he colgado, los clavos han estado ahí. Con el espejo, fue igual. Yo estaba casi segura que había un clavo en la pared y quedó perfecto».
Fotos por: Jonathan Meléndez | Historia asistida por: Viviana de Jesus
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