Era jueves, once días de julio, la hora: 7:49am. Ni siquiera me había levantado y ya había recibido a mi celular una foto que cambiaría mi mañana, mi día, mi semana, la de todos. Tarde a la conversación de un grupo de Whatsapp que tengo entre amigas periodistas, abro la imagen de una sección del chat de Telegram del gobernador de Puerto Rico, Ricardo Roselló, donde escribió: “nuestra gente debe salir a defender a Tom y caerle encima a esta puta”.
El screenshot que me enviaron venía subrayado en esta precisa oración. Tuve que volver a leerlo. “CAERLE ENCIMA A ESTA PUTA”.
Por un tiempo discutimos la gravedad detrás de que el mandatorio del país se refiera a la mujer profesional como “puta”, después nos sumergimos en el research de quién se tratase a quién insultaba y es a la ex presidenta del Concejo Municipal de Nueva York, feminista y puertorriqueña, Melissa Mark-Viverito (pueden ver sus declaraciones aquí), y luego me entró.
Una rabia que desde ese día no me he podido sacar de la sangre. No era que estaba inexistente antes, estaba ahí dentro de mí, pero iba incrementando, de indignación en indignación hasta que detonó.
No me lo podía sacar de la mente: “caerle encima a esta puta”.
Pensé en las 24 mujeres que asesinaron en el 2018 por violencia de género, pensé en los nueve feminicidios en lo que va de año, en el hijo que mató a su mamá, en el novio que quemó a su novia, en las que todavía sufren violencia física, verbal o emocional a mano de sus parejas, pensé en los casos que no se reportan, pensé en el acoso que recibimos en la calle y en los trabajos, no importa la ropa que tengamos.
¿Cómo es que en el pueblo nos matan y el Gobernador de mi país se refiere a la mujer así? Ahora hacía sentido por qué ni siquiera importancia le había dado a abrir diálogo con la Colectiva Feminista en Construcción, quienes llevan en la calle protestando desde hace MESES.
Ahora entendía la indiferencia y el silencio de Ricky y su gobierno ante el tema, si es que además de violentarnos sistemáticamente, en su carácter personal es un corrupto, machista, homofóbico y misógino. ¡Estaba enfurecida, pero no sorprendida!
Era como si me hubiese dicho puta a mí, ¡y me lo dijo! Se lo dijo a la mujer puertorriqueña, porque si lo dice de una, lo dice de cualquiera.
Como expresó la actriz Johanna Rosaly, “quien recurre a llamar ‘esa puta’ a una mujer que fiscaliza sus acciones, es que no tiene defensa. Y si se trata del Gobernador, le debe explicaciones no solo a la mujer en cuestión, sino al país que gobierna”.
Yo esta vez sí que no me podía quedar en casa por miedo a estar sola a una manifestación. Habían hecho un llamado para llegarle al aeropuerto a recibir al Gobernador y aunque estaba dispuesta a tirarme sola, una amiga se animó.
En la casa tenía cartulinas sin usar así que sin pensarlo mucho escribí en la primera: “cáele a esta puta”. Era una provocación. Atrévete a tocarme.
Mientras preparaba las cartulinas, me enviaron un arte con un copy que decía “puta no, putísima” y me encantó así que lo puse en la segunda pancarta (más adelante me entero que es de @capela.love) y fue este el que terminé utilizando para la manifestación (el otro lo regalé).
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Quería parármele en la cara y que me viera autodenominándome como una puta, utilizando la palabra no como un insulto para menospreciar o degradar, sino apropiarla como un cumplido.
Reinventando su uso, como se ha hecho en la última década, para empoderarnos en ella. Porque puta se le llama a la mujer que trabaja, que es fuerte, independiente, libre, jamás sumisa, fajona, que tienes sus ovarios bien puestos, que no tiene miedo a alzar su voz ante injusticias, que es dueña de su cuerpo y hace con él lo que le dé la gana y no le avergüenza. Esa que ataca al patriarcado sin que le tiemble la voz.
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Esta puta quería explicaciones, ¡de todo! Porque es que no paraba ahí. Las 4,645 muertes por el Huracán María, los furgones, Unidos por Puerto Rico, Keleher y Educación, Ciencias Forenses, los cabildeos de Elías Sánchez (la mente maestra), ¡y la lista continúa!
No solo se trata de las palabras dentro de 800 páginas, la mofa y la actitud de frat boys riquitillos y engreídos que se lo han dado todo en la vida, de esos que tiran la piedra y esconden la mano, tan valientes y macharranes para hablar en un chat “privado”, pero de frente ni a los ojos se atreven mirarte cuando te piden un perdón ensayado.
No solo se trataba de eso.
Se trata de todo el chanchullo que tenían y todo el dinero que se robaron ($15 millones y contando) de un pueblo que estuvo en su momento histórico más vulnerable.
Se trata de cómo controlaban medios, favorecían contratos, paralizaban ayudas, mientras se relajaban todo por un chat, compuesto por funcionarios públicos y gente que ni tenía empleo en el gobierno, ¡hablando de asuntos públicos y privilegiados! (Necesitas leer esta investigación del Centro de Periodismo Investigativo que detalla el saqueo de los fondos públicos detrás del chat).
Novata y un poco nerviosa, una vez en el aeropuerto, era cuestión de caminar a la multitud, levantar el cartel y unirme al coraje y a la indignación colectiva, que ya no se trataba de “cinco gatas”. Ahora éramos más (y si supieran lo que les esperaría una semana después, el 17 de julio de 2019).
Algo nuevo en mí había despertado. Era la insaciable valentía que viene acompañada de hacer sentir tu voz, de darte a escuchar. No tenía miedo, no tuve miedo. Me sentía segura, inspirada, firme, y no tengo duda que fue una reacción dominó a la red que me rodeaba de admirables mujeres.
Lo que presencié fueron mujeres fuertes, de distintas generaciones movilizándose y exigiendo un cambio porque razones sobran y ahora más que nunca.
Ya a siete días después, esa misma valentía corre en la sangre de miles mujeres y puertorriqueños que se han levantado porque el miedo se nos fue hace tiempo, y esta vez no nos vamos a dejar gobernar por políticos corruptos e inmorales que atrasan el avance de nuestra tierra.
Las mujeres están despiertas y son y serán el corazón de esta lucha.
Foto por: Jonathan Meléndez
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