Me enamoré de una mujer sin planificarlo y sin pensarlo. Me enamoré de una mujer como el sol sale en la madrugada: silencioso, sutil y sin darse cuenta. Me enamoré de una mujer sin pretextos, sin excusas, sin explicaciones. Simplemente, me enamoré y es lo mejor que me ha podido pasar.
Me enamoré de una mujer porque en su delicadeza está su grandeza; en su fragilidad, su fortaleza; y en sus miedos, su firmeza.
Me enamoré de una mujer porque en su mirada escondió un mundo de posibilidades, curiosidades, riquezas y desilusiones. En su mirada escondió un sin número de desilusiones que me propuse remediar.
ME ENAMORÉ DE UNA MUJER PORQUE ERA UN MISTERIO QUE ME MORÍA POR DESCUBRIR, UN MISTERIO QUE ME HA LLEVADO A EXPLORAR RINCONES DE MÍ QUE NI SABÍA QUE EXISTÍAN.
Me enamoré de una mujer porque su sonrisa puede cambiar el mundo o, por lo menos, mi mundo. Mi mundo que se ha convertido en su mundo porque así de dado es mi amor por ella.
Me enamoré de una mujer porque su cuerpo es arte sin expiración. Arte que me lleva a las estrellas sin tan siquiera tocar, sentir o mirar.
Me enamoré de una mujer porque dentro de su complejidad, la sencillez reina su corazón; porque su serenidad calma mis tormentas; su ángel, mis demonios; y sus abrazos, mis dudas.
Me enamoré de una mujer porque son la creación más bonita del universo. Me enamoré de una mujer, pero no de cualquier mujer.
Me enamoré de una mujer de esas raras, difíciles de encontrar. Me enamoré de una mujer de esas que proyectan valentía y poder para no ser descifradas, pero en la oscuridad su ternura se deja sentir.
Me enamoré de una mujer de esas que les gusta que le rueguen para ver hasta dónde llega la perseverancia del querer. Me enamoré de una mujer que no sabía que se topó con la determinación en persona.
Me enamoré de una mujer loca, complicada, desesperada y despeinada, pero porque me enamoré, sin juicios y prejuicios, y porque así la quise, me enamoré de una mujer que me honró con su cordura, su sencillez, su serenidad y su más bonito peinado.
Me enamoré de una mujer fuerte y guerrera, no por su fortaleza, sino por su fragilidad. Me enamoré para protegerla en sus derrotas y calmarla en sus tormentas.
Me enamoré de una mujer a la que admiro, una mujer que saca lo mejor de mi persona y me ayuda a aprender y crecer cada día que pasa.
Me enamoré de una mujer que me escucha, me aconseja, me hace sonreír y reír, incluso cuando quiero llorar y gritar. Me enamoré de una mujer que no se rinde, que lucha, que mueve ríos y montañas por amor.
Me enamoré de una mujer que no solo se desprendió de las telas ante mis ojos, sino también de sus inseguridades, dudas y temores. Me enamoré de una mujer que se desnudó de la forma más pura e inocente que pueda existir para mostrarme sus sueños, deseos e ilusiones.
Me enamoré de una mujer que, sin conocer mis intenciones, me entregó su corazón para que hiciera con el lo que quisiera.
Me enamoré de una mujer que se enamoró de mí. Me enamoré de mi libertad, de mi centro, de mi gravedad y mi inspiración.
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